Hace mucho no tenía el corazón roto, tenía años de la última vez que el dolor era tan fuerte que no me dejaba dormir.
Esta semana ese dolor llegó sin aviso y es que mi corazón roto no vino de un interés romántico o de una pareja, si no de una amiga, quien ha sido mi vínculo no sanguíneo más duradero. Este vínculo que casi llega a la mayoría de edad ha estado siendo conflictivo, es sensible, tiene momentos de mucho enojo, de tristeza, de incomodidad, de incertidumbre sobre el futuro, quiere luchar y al mismo tiempo darse por vencido y dejarse llevar al olvido. Supongo que son cosas de la edad y el proceso de madurar e iniciar una nueva etapa lo que hace que esté tan inestable en estos momentos.
Son la inestabilidad y la incertidumbre lo que me tienen destrozada, lo que me duele en lo más profundo de mi ser y me hace sentir débil, como si parte de mí estuviera muriendo. Me hacen sentir que soy una gran farsa, una horrible persona, y que todos los errores cometidos y enojos resentidos me explotan en la cara.
Y tiene que ocurrir justo ahora, ahora que mi ser estaba enfocado en una unión matrimonial con mi pareja y que mi tiempo libre es limitado. Debo sacar tiempo del aire, encontrar minutos huérfanos para dedicarlos a este vínculo que está pasando por un momento tumultuoso y que he dejado abandonado los últimos meses. Debo apoyarlo a crecer, a madurar y a sobrepasar esta etapa de dolor.